martes, 8 de noviembre de 2011

OBRA TEATRAL

LA COHERENCIA NECESARIA
(Diálogos de un ciudadano con su presidente)
GUILLERMO F. PARODI

PRIMER ACTO.
La escena se desarrolla en la secretaría del Presidente de la República de un país latinoamericano.
Personajes:
Secretario del Presidente.
Joaquín.

Entra Joaquín limpio, bien afeitado, pero vestido con harapos, y es recibido por el secretario del Presidente.

JOAQUÍN: Buenos días caballero, soy Joaquín Ybarra y tengo una audiencia con el señor Presidente.
SECRETARIO: ¿Usted quiere ver al Presidente con esa pinta?
J.: Realmente me gustaría estar mejor vestido, pero soy pobre.
S.: (Desdeñosamente) Podría haber conseguido una ropa decente de algún amigo.
J.: Es que mis amigos también son pobres.
S.: Bueno, advertiré de la situación al Señor Presidente, a ver si acepta recibirlo.
Pasan unos minutos y el secretario vuelve y se dirige a Joaquín.
S. (Con una sonrisa irónica) Adelante señor pobre, el Presidente le concede quince minutos.
El secretario avanza hacia el despacho del Presidente, seguido por Joaquín.
FIN DEL PRIMER ACTO.

SEGUNDO ACTO.
Despacho del Presidente de la República.
Personajes.
Presidente.
Edecán naval.
Joaquín.

Entra Joaquín.

J.: Buenos días señor Presidente, soy Joaquín Ybarra, vengo como un simple ciudadano a dialogar con mi representante.
El Presidente, divertido, le da la mano con una sonrisa.
PRESIDENTE: ¿Cómo está Joaquín?, lo esperaba. El tema de su pedido de audiencia despertó mi curiosidad. ¿Qué quiere decir con "pedido de coherencia"? ¿A qué se refiere?
El Presidente toma asiento y le indica una silla a Joaquín.
J.: Señor Presidente ¿somos un país rico?
P.: (Molesto) ¡Me contesta a una pregunta con otra!
J.: En realidad tengo una formación clásica y en mi casa usábamos el método de los diálogos platónicos, conocido con el nombre de mayéutica. Sócrates , hijo de una partera, trataba de hacer nacer en la mente del interlocutor la sabiduría que todos llevamos dentro.
P.: Sí, conozco el método pero no me parece adecuado para usarlo con su Presidente.
J.: (Serio) Sí. Usted es mi Presidente y eso implica que es un servidor del pueblo y por lo tanto, un servidor mío.
El edecán naval, se lanza sobre Joaquín y lo toma por el cuello.
P.: ¡Déjelo capitán! En cierta manera este hombre, está diciendo la verdad. Joaquín, usted parece una persona educada y culta, lo escucharé e intentaré no enojarme. Perdónelo al capitán, no estamos acostumbrados a estos tratos, la mayoría de mis visitantes son hasta un poco empalagosos. ¡Vamos al grano!
J.: Señor Presidente, ¿somos un país rico?
P.: No evidentemente no, desde el punto de vista económico somos muy pobres.
J.: ¿Cómo nos ven desde afuera?
P.: Como pobres naturalmente.
J.: ¿Y por qué vienen las multinacionales a instalarse aquí?
P.: Para hacer negocios.
J.: ¿Usted se da cuenta de que los ricos obtienen ganancias de los pobres?
P.: Bueno, esas son las reglas del juego.
J.: ¿ Le parece un juego, ganar dinero con los pobres para mandarlo a un país de ricos?
P.: ¡Ah mi amigo! Necesitamos inversiones, necesitamos puestos de trabajo, necesitamos que la economía se mueva para cobrar impuestos y ayudar a los desprotegidos y educarlos gratuitamente.
J.: Tomemos a una petrolera extranjera, no de prospección, producción y refinación, sino simplemente de distribución. Importan nafta y la venden acá y sacan su ganancia. Esa ganancia se la llevan a su país rico. Las utilidades netas las envían afuera.
P.: Es cierto, pero necesitamos ese servicio, ellos, no se olvide, aportan capital. Si lo hiciera una empresa nacional deberíamos pedir préstamos y usted sabe la ineficiencia de las empresas estatales.
J.: ¿ Por qué son ineficientes?
P.: Bueno,... el amiguismo, la corrupción...
J.: ¿Hay solución para eso?
P.: Con la creación de los consejos de Magistratura para tener buenos jueces, pretendemos luchar contra la impunidad. Tenemos en marcha un proyecto del Banco Mundial para detectar los puntos débiles de la administración que permiten la corrupción, pretendemos instaurar un sistema de concursos para evitar el amiguismo.
J.: ¿Usted sabe que en algunos países todas las compras y contrataciones del Estado figuran en Internet, para que cualquier ciudadano pueda denunciar corrupción?
P.: Sí, lo he leído por allí, pero no tenemos dinero para hacerlo.
J.: Todos los organismos tienen computadora y yo he visto muchos empleados ociosos. Por otro lado podrían asegurarse de que solo usen Internet para ingresar los datos y no lo usen para jueguitos o para charlar con los amigos.
P.: Lo tendré en cuenta, Joaquín.
J.: ¿Entonces para qué privatizar?
P.: Usted sabe, las presiones del FMI para la reforma del Estado.
J.: Usted comprende señor Presidente que entregarse a las presiones del FMI, es darle parte de sus poderes.
P.: Lo sé, pero nos tienen agarrados con la deuda externa, y nunca nos alcanza ni para pagar los intereses.
J.: O sea que si no tuviésemos deuda externa, ni amiguismo, ni corruptos podríamos conservar nuestra soberanía.
P.: Ni más ni menos.
J.:¿Usted sabe por qué fue perseguido Alan García, ex-Presidente del Perú?
P.: Sí, por corrupto.
J.: ¿Usted lo cree?
P.:Claro, ¿por qué no habría de creerlo?
J.: Porque ese valiente había limitado el pago de la deuda externa al diez por ciento de las exportaciones. Y fue perseguido, porque si yo tengo poder, le puedo poner una bolsita de cocaína en el baño de su casa y al rato aparecer con la policía antidrogas y mandarlo preso. Si bien el juicio definitivo sobre una persona, tal como su monumento deben ser siempre póstumos, al menos en ese aspecto fue un héroe.
P.: Bueno, es una posibilidad, pero eso nos muestra el castigo que podemos recibir por enfrentar a los poderosos. Joaquín, se está terminando mi tiempo y todavía no me contestó la pregunta sobre el pedido de coherencia.
J.: Tiene razón, pero todavía ese niño no puede nacer. ¿Me daría una audiencia la semana próxima?
P.: Hable con mi secretario, podría ser el miércoles. Le soy sincero, sus preguntas son triviales, pero por lo menos pasé un buen rato descansando de las entrevistas espinosas.
J.: (Estrechándole la mano) Gracias señor Presidente. Mayéutica, del griego: arte de partear, es una palabra que se usa, en sentido figurado, desde Sócrates, para nombrar el arte con que el maestro, mediante su palabra, va alumbrando en el alma del discípulo nociones que tenía en sí, sin él saberlo. Cito a la Real Academia Española y me disculpo por la insolencia de hablar de maestro y discípulo, y le digo que mis preguntas le parecieron triviales, porque las nociones ya las tenía dentro suyo.
Joaquín sale y el Presidente queda pensativo.
FIN DEL SEGUNDO ACTO.





(en orden de aparición).

jueves, 20 de octubre de 2011

POEMA DE PIO BAROJA

El poeta Pío Baroja

Pío Baroja aunque mucha gente no lo sepa también cultivó la poesía. He aquí uno de sus poemas:

Prólogo un poco fantástico
Locura, humor, fantasía,
ideas crepusculares,
versos tristes y vulgares,
eterna melancolía,
angustias de hipocondria,
soledad de la vejez,
alardes de insensatez,
arlequinada, zozobra,
rapsodias en donde sobra
y falta mucho a la vez.

Viviendo en tiempo brutal,
sin gracia y sin esplendor,
no supe darles mejor
contextura espiritual.
Es un pobre Carnaval
de traza un tanto harapienta,
que se alegra y se impacienta
con murmurar y gruñir,
con el llorar y reír
de su musa turbulenta.
Y como no hay más recurso
que escuchar a esta barroca
furia, que siga su curso
y que lance su discurso
la amargura de su boca.

POEMAS DE JORGE GUILLÈN

Mujer leyendo, de Francisco Bores
La lírica del vallisoletano Jorge Guillén (1893-1984) es paradigma de la “poesía pura” o “intelectual”, a pesar del entusiasmo vital de sus versos.  Su lenguaje, muy elaborado, destaca por la densidad conceptual.
TENTATIVA DE COLABORACIÓN
Sobre el silencio nocturno
Se levantan, se suceden
Frases. Las impulsa un ritmo:
Claro desfile de versos
Que sin romper el negror
De la noche a mí me alumbran.
Se funden cadencia y luz:
Palabra hacia poesía,
Que se cumple acaso en ti,
en tu instante de poeta,
Mi lector.
Homenaje, 1967.

HACIA LA POESÍA
1
Iba por un camino.
Sin voluntario influjo
De pronto sobrevino
–No lo buscó el poeta–
Y casual se produjo
La gracia de un hallazgo.
Inspiración, inquieta.
Je ne cherche pas. Je trouve.
«Yo no busco, yo encuentro.»
Algo surge por don
De un cielo ajeno dentro
De mí: la inspiración
2
Supere a nuestro mundo en caos
El orden de nuestra palabra
Firme para que se nos abra
La hora a más luz. Expresaos
3
Inspiración. Hallo cosas
Que no buscaba mi pluma.
Están ante mi conciencia
Que las ve. Todo se suma.
¿Hay segunda inspiración?
El hallazgo considero
Con la vista de mis ojos:
Es certero o no certero.
Inspiración, intuición.
Algo elemental, instinto,
Con sol, con luna o con lámpara
Misterio jamás extinto.
4

jueves, 6 de octubre de 2011

ENSAYO FILOSÓFICO

Rincón de un escritor

Asesino a sueldo de palabras.

Ensayo Filosófico: La sociedad

Conocer el factor mundo es algo esencial para la vida de una persona. Muchas veces no entendemos cómo funciona una sociedad, ni cómo funciona el hombre, ni cómo marcha nuestra vida, ni cómo va el presente, etc. A consecuencia de todo ellos podemos experimentar una determinada angustia que aparece cuando quiere pero con relativa frecuencia: ¿Por qué hago lo que hago? ¿Soy feliz? ¿Quién soy?
Por todo ello me he propuesto escribir (si esto es del gusto del lector) unos pequeños ensayos generales acerca de la filosofía de la vida. No es mi intención crear algo aburrido e infumable, ni dármelas de santurrón, solo opino que la reflexión es el mejor método para encauzar una vida desde todos los ámbitos y edades. Pido encarecidamente que tras cada una de las reflexiones que aquí se expongan, el lector colabore en los comentarios exponiendo sus ideas y reflexiones. Sobra decir que la opinión sea acorde con el tema propuesto y su argumentación no dé lugar a equívocos.

Sin más demora pasemos al tema, para ello me voy a ayudar de un libro llamado La Rebelión de las Masas de Ortega y Gasset, por lo tanto el primer tema a tratar es el social, más concretamente tener una noción amplia de cómo es nuestro tiempo, el presente, dónde vivimos.
Dice Gasset:
“Vivimos en un tiempo que se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe que realizar. Domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la deriva.”
Este pequeño párrafo a mi juicio resume en líneas generales lo que es nuestro tiempo, lo que pasa es este libro es de los años treinta, y hoy por hoy, todo se ha acrecentado a unos niveles inimaginables. Gasset aplica esta teoría de un modo social, colectivo, pero creo que también se puede aplicar directamente al yo individual.
El más claro ejemplo lo podríamos encontrar en el consumismo. Cuantas más cosas podemos tener y de hecho tenemos, más desdichados nos sentimos. Cuantas más cosas externas a nosotros dominamos, menos dueños de nosotros mismos somos. Cuantas más opciones laborales o de futuro podemos realizar, menos sabemos qué hacer. Y así un largo etcétera.
Entonces, ¿cuál es el problema del hombre? Todo parece ilógico, ¿cuantas más posibilidades tienes, peor escoges, más indeciso te vuelves?
Yo aquí entiendo dos cosas:
La primera es que el hombre es un ser anhelante. Es decir, que siempre quiere lo que no tiene. Todo esto es fruto de la comparación en la mayoría de los casos. Por ejemplo mi vecino se acaba de comprar una camisa que le queda genial, mi deseo más primitivo es el de tener esa camisa para ser yo genial. El error está ahí, en creer que las cosas pueden aportar algo constructivo al ser, cuando en realidad las cosas absorben (en modo metafórico) parte de tu ser y lo convierten en tener.
La segunda cosa habla de una posible solución a este grave problema que enferma nuestra sociedad, construir un individuo sólido solo interesado en el ser y demoler de una manera constructiva la comparación sustituyéndola por colaboración.
La primera propuesta es sobradamente utópica y la veo difícil (a nivel global), puesto que es algo que solo consigue la gente que tiene la capacidad de ser consciente de su realidad inmediata, y la segunda también la veo espinosa porque el ser humano odia los cambios y le encanta sentirse mejor que el vecino, le gusta provocar envidia y mirar por encima del hombro. Competir es mucho más fácil que colaborar, pero la primera deja un vacío espiritual que lleva al hombre siempre a conseguir más y más, y le impide saborear la vida. Un ejemplo.
Un hombre rico cualquiera, que tiene tanto dinero que no se lo gastaría ni en tres vidas, ¿qué hace en su vida normal?
¿Vive la vida? No. ¿Se dedica a gastarlo? No. Nada de eso, a lo único que se dedica es a ganar más dinero. ¿Verdad que es absurdo? Si eso es precisamente lo que le sobra.
Por ello la colaboración es algo fundamental. El ser humano es sociable, y no hay rasgo más humano que el de colaborar, es una técnica tan buena que hasta la naturaleza en su sabiduría infinita la imita (véase simbiosis y demás procesos).
Hasta aquí el ensayo de hoy, para insultos y demás opiniones, dejadlos en los comentarios. Y si no os gusta el ensayo de hoy, decidlo y volveré con las historietas de toda la vida, es solo un experimento. He dicho.

sábado, 17 de septiembre de 2011

EL CREACIONISMO



El poeta debe dejar ya de cantar a la naturaleza; lo que tiene que hacer es imitar a la naturaleza, eliminar todo lo descriptivo o anecdótico.


     En 1918 el poete chileno Vicente Huidobro llega a España tras su estancia en París. A partir de su actividad y capacidad de influencia sobre un pequeño grupo de artistas  partícipes de tertulias vanguardistas el movimiento se va a conectar con los aires europeos que circulaban por París. La influencia de Huidobro junto a la actividad de Ramón Gómez de la Serna marcarán el nacimiento de las jóvenes generaciones poéticas que pretenden romper con el arte anterior a la Guerra del 14. Ello no supone, ni mucho menos, despreciar el papel renovador de otras figuras como Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset.
     De Huidobro surge el Creacionismo. A través de ese término se quiere dejar patente que la obra literaria es totalmente autónoma del mundo. El poeta debe dejar ya de cantar a la naturaleza; lo que tiene que hacer es imitar a la naturaleza, eliminar todo lo descriptivo o anecdótico. Hay que "hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".
     Junto a Huidobro hay que destacar a Juan Larrea y Gerardo Diego como fundadores del Creacionismo. 
     El Creacionismo es una de las vanguardias más interesantes aparecidas en Latinoamérica, aunque lo cierto es que, exportada por el propio Huidobro, tuvo grandes representantes en España, como Gerardo Diego y Juan Larrea. Además, en este caso, venía a simultanearse la existencia de una estética y una poética formuladas desde el plano teórico con las altísimas cotas literarias logradas en el plano de la escritura poética. Quizá el lugar donde Vicente Huidobro recopile de una manera más detallada y sistemática todos los principios de este movimiento sea en su manifiesto "El Creacionismo", aparecido por vez primera en francés en su libro Manifestes (1925). Allí, en primer lugar, justifica la existencia del Creacionismo antes de su llegada a París: "El creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el creacionismo es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París". Pero, después de esa justificación, no tarda en presentar su receta particular de lo que ha de ser un poema creacionista: "El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización". Sin embargo, lo que más interesa de la formulación teórica de Huidobro es su propuesta de poesía universal, y, por tanto, traducible, lo que nos permite comparar esta concepción poética con la defendida por Ezra Pound, quien, al igual que Huidobro, aunaba la aportación teórica con la producción poética: "Si para los poetas creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas las lenguas". De todas maneras, es al final de este manifiesto donde Huidobro se ratifica en su idea del poeta como creador "equiparable, por tanto, a Dios-, de ahí que tome las palabras que ya había publicado en Horizon carré: "Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".


Vicente Huidobro

Escritor Iniciador

El Creacionismo Literario

EL ULTRAÌSMO

Ultraísmo

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Rafael Cansinos Assens.
Ultraísmo es un movimiento literario nacido en España en 1918, con la declarada intención de enfrentarse al modernismo, que había dominado la poesía en lengua española desde fines del siglo XIX.
Fue lanzado en las tertulias del Café Colonial de Madrid, presididas por Rafael Cansinos Assens. Entre otros, formaron parte del núcleo ultraísta Guillermo de Torre, Juan Larrea, Gerardo Diego, Pedro Garfias, Ernesto López-Parra, y Lucía Sánchez Saornil.

Contenido

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[editar] Orígenes

Con una marcada influencia futurista en sus orígenes, fue a diferencia de éste, un movimiento estrictamente literario y más específicamente poético, aunque incorporó a sus publicaciones artistas plásticos de diferentes tendencias, con la característica común de ser vanguardistas.
Sus órganos oficiales fueron la revista Grecia (Sevilla-Madrid) y Ultra (Madrid), pero fueron afines a este movimiento otras como: Alfar ( La Coruña ); Reflector (Madrid); Ronsel (Vigo); Horizonte (Madrid).
La llegada de Jorge Luis Borges a Mallorca a principios de la década del veinte y su amistad con Jacobo Sureda serían determinantes, no sólo para la incorporación del primero a la corriente -que se formaliza con la publicación, en 1921, de un manifiesto suscrito por los dos mencionados, más Juan Alomar (hijo del inventor del término “futurismo”) y Fortunio Bonanova en la revista Baleares- sino para la difusión de ella en Argentina, único país de Hispanoamérica donde existió un grupo ultraísta y revistas relacionadas formalmente al movimiento: la mural Prisma (1921-22) y Proa 1era época (1922-1923). La característica diferenciante que tuvo el ultraísmo argentino del español fue que en el país sudamericano se le incorporaron dos elementos: el criollismo y la parodia.

[editar] Características

En un artículo publicado en la revista Nosotros, de Buenos Aires, en 1921, Borges sintetizó así los objetivos del ultraísmo:
  1. Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora.
  2. Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles.
  3. Abolición de los trabajos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada.
  4. Síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia.
  5. Imágenes y metáforas chocantes, ilógicas, donde destacan el mundo del cine, del deporte, del adelanto técnico: "Los motores suenan mejor que endecasílabos" (Guillermo de Torre).
  6. Tendencia a establecer una disposición tipográfica nueva de las palabras del poema, pretendiendo de ese modo hacer ver una fusión de la plástica y la poesía.
  7. Neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas.
  8. Eliminación de la rima.
La expresión "trebejos ornamentales" era una clara referencia al modernismo rubendariano, al que los ultraístas consideraban recargado de adorno y sin sustancia. El ultraísmo coincidía con las otras vanguardias en eliminar el sentimentalismo.
El ultraísmo era afín al creacionismo, del poeta chileno Vicente Huidobro, quien pasó por las tertulias de los ultraístas. Huidobro pretendía que un poema fuera siempre un objeto nuevo y distinto a los demás, que debía crearse "como la naturaleza crea un árbol", posición que implicaba la libertad del poema frente a la realidad, incluida la realidad íntima del autor.

sábado, 6 de agosto de 2011

GÉNEROS DE LA TELEVISIÓN

Los géneros televisivos se dividen globalmente en dos grandes grupos:
  • los informativos: abarcan todos los géneros televisivos que constituyen los programas de carácter informativo, independientemente de que la información conlleve o no opinión e interpretación.
  • los de ficción: formados por todos los programas de entretenimiento, ocio o diversión, sin que por ello dejen de transmitir información (partimos que desde cualquier situación adquirimos información, entendiéndose ésta como un modelo de comunicación.
INFORMATIVOS:
LA NOTICIA TELEVISIVA
Es el modelo informativo televisivo valorado como más objetivo. Se inicia con un proceso de documentación y está determinado por una unidad temática que puede abarcar infinidad de temas: desde una rueda de prensa a los encierros de San Fermín en Pamplona.
Presenta una estructura definida independientemente del contenido temático al que haga referencia. Esta estructura es:
  • CABECERA: Su estructura puede variar en lo referente a extensión y organización. Consiste en una frase inicial o de arranque que puede cumplir diferentes funciones antes de comenzar el desarrollo de la noticia. Puede ser:
    • Un titular: condensar la esencia de información en un número de palabras limitado.
    • Una entradilla: el primer párrafo de la noticia y además el núcleo fundamental de toda la información.
  • DESARROLLO: Puede presentar diferentes estructuras:
    • Rígidas y flexibles: predominan estas últimas aunque existe cierta tendencia a la estructura de pirámide inversa.
    • Comunes: es la estructura básica de la noticia televisiva, consiste en una entradilla, pues el presentador contextualiza resaltando el núcleo de la información y algunos aspectos resaltantes, con el objeto de despertar el interés en el telespectador y atraer su atención y un desarrollo o exposición de los hechos.
    • Cronológicos: redactan los hechos según la secuencialidad temporal en la que se han producido o desarrollado. Su punto fuerte es la claridad.
    • Interés periodístico: redactan los hechos siguiendo un orden basado en el interés informativo. Su punto fuerte es el poder de atracción que produce.
    • Bocadillo: son noticias que narran dos aspectos diferentes de una misma noticia, o hechos diferentes próximos.
    • Árbol: son noticias que ordenan su contenido informativo desde el que cuelgan escalonadamente cada uno de los diferentes aspectos o hechos sucedidos o acontecidos.
    • Contradictorias: Noticias que en su relato oral y visual sobre un tema se contradicen semánticamente.
  • TRANSICIONES INTERNAS: Las transiciones de una noticia pueden presentarse de dos maneras diferentes:
    • Externas: aquellas transiciones que cumplen la función de separar unas noticias de otras dentro de un bloque temático diverso, telediario o avance informativo.
    • Internas: son transiciones que se producen dentro de una misma noticia, para unir unos aspectos con otros.
  • CIERRE: La noticia debe cerrarse con una frase contundente que resuma la información principal o el núcleo informativo. Al igual que el arranque o cabecera, es uno de los componentes que más impresiona y perdura en el recuerdo.
EL REPORTAJE TELEVISIVO

LOS GÉNEROS DE LA TELEVISIÓN

TEXTO EXPOSITIVO

Texto Expositivo con trama narrativa


La sociedad francesa estaba dividida en estamentos dependiendo de sus clases sociales, el poder mas alto lo tenia el rey, detras estaban la nobleza y el clero y el nivel mas bajo de poder lo tenia el tercer estado que estaba constituido por la burguesia, los artesanos y los campesinos.
Los Estados Generales eran una asamblea, compuesta por tres ordenes separados: el clero, la nobleza y el grupo formado por burguesia y campesinado. Este ultimo orden se conoce como el tercer estadeo, termino que usaremos parfa referirnos a el en lo sucesivo. Dicha asamble se habia citado por ultima vez en 1614 y el dramatismo de la situacion obligo al gobierno a convocarla nuevamente.
Luis XVI cedio a las presiones de la reina Maria Antonieta y del conde de Artois y dio instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en Paris y Versalles. Al mismo tiemp, Necker fue niuevamente destituido. El pueblo de Paris respondio con la insurreccion ante estos actos de provocacion; los disturbios comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla -una prision real que simbolizaba el despotismo de los Borbones- el 14 de julio.
El 5 de octubre de 1789, las mujeres parisinas partieron desde los barrios obreros hacia la residencia real de Versalles, este suceso dio comienzo a la revolucion.
A fines de 1792 comenzo el proceso de Convencion contra Luis XVI, quien fue juzgado y condenado a la guillotina por mayoria de votos. El 21 de enero de 1793, Luis subio al cadalso, inconmovible hasta el ultimo momento en el sentimiento de su inocencia. La noticia de la muerte del rey produjo indignacion en Inglaterra, la que despidio al embajador o representante frances. Francia contesto declarando la guerra a Inglaterra y a Holanda, su aliada.
"La Revolucion Francesa y la llegada de la edad contemporanea", fragmento tomado de: http//:www.cienciassociales.galeon.com
En estos textos expositivos con trama narrativa, se expone sobre un hecho a traves del tiempo, por lo que podemos realizar, para sintetizarlos, una linea de tiempo.

NOAM CHOMSKY

Noam Chomsky

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Noam Chomsky
Chomsky.jpg
Noam Chomsky durante una visita en Vancouver, Canadá, en 2004
NombreAvram Noam Chomsky
Nacimiento7 de diciembre de 1928 (82 años)
Bandera de los Estados Unidos Filadelfia, Estados Unidos
ResidenciaEstados Unidos
NacionalidadEstadounidense
Alma materUniversidad de Pensilvania, Universidad Harvard
OcupaciónLingüista, activista, filósofo
Conocido porGramática generativa, gramática universal, gramática transformacional, rección y ligamiento, teoría de la X', jerarquía de Chomsky, gramática libre de contexto, principios y parámetros, dispositivo de adquisición del lenguaje, programa minimalista, pobreza del estímulo, teorema de Chomsky-Schützenberger, forma normal de Chomsky, modelo de Propaganda de los medios de comunicación[1]
Creencias religiosasAteísta [2] [3]
Firma
Chomskysignature.jpg
Avram Noam Chomsky (Filadelfia, Estados Unidos, 7 de diciembre de 1928) es un lingüista, filósofo y activista estadounidense. Es profesor emérito de Lingüística en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX, gracias a sus trabajos en teoría lingüística y ciencia cognitiva. A lo largo de su vida, ha ganado popularidad también por su activismo político, caracterizado por una visión fuertemente crítica de las sociedades capitalistas y socialistas, habiéndose definido políticamente a sí mismo como un anarquista[4] [5] o socialista libertario.[6]
Propuso la gramática generativa, disciplina que situó la sintaxis en el centro de la investigación lingüística. Con ella cambió la perspectiva, los programas y métodos de investigación en el estudio del lenguaje. Su lingüística es una teoría de la adquisición individual del lenguaje e intenta ser una explicación de las estructuras y principios más profundos del lenguaje. Postuló un aspecto bien definido de innatismo a propósito de la adquisición del lenguaje y la autonomía de la gramática (sobre los otros sistemas cognitivos), así como la existencia de un «órgano del lenguaje» y de una gramática universal. Se opuso con dureza al empirismo filosófico y científico y al funcionalismo, en favor del racionalismo cartesiano. Todas estas ideas chocaban frontalmente con las sostenidas tradicionalmente por las ciencias humanas, lo que concitó múltiples adhesiones, críticas y polémicas que le han acabado convirtiendo en uno de los autores más citados.[7]
Destaca su contribución al establecimiento del ámbito de las ciencias cognitivas a partir de su crítica del conductismo de Skinner y de las gramáticas de estados finitos, que puso en tela de juicio el método basado en el comportamiento del estudio de la mente y el lenguaje que dominaba en los años cincuenta. Su enfoque naturalista en el estudio del lenguaje ha influenciado la filosofía del lenguaje y de la mente (ver a Harman y a Fodor). Es el creador de la jerarquía de Chomsky, una clasificación de lenguajes formales de gran importancia en teoría de la computación.
Paradójicamente, pese a su enorme contribución a la ciencia del siglo XX, fuera del ámbito académico es mucho más conocido por su activismo político y sus duras críticas a la política exterior de EE.UU. y de otros países, como el Estado de Israel. Chomsky, que desvincula completamente su actividad científica de su activismo político, se describe a sí mismo simpatizante del anarcosindicalismo (es miembro del sindicato IWW). Considerado por el New York Times como "el más importante de los pensadores contemporáneos",[8] es considerado una figura muy influyente de la izquierda estadounidense, y es especialmente admirado en Europa, donde sus conferencias, artículos y ensayos políticos se reimprimen constantemente.

viernes, 22 de julio de 2011

ENSAYO DE ECODESARROLLO

Ensayo Ecodesarrollo

Ensayo Ecodesarrollo

I.U.T.POLYCOM
MARACAY 8/4/2010
ECODESARROLLO.
NUEVAS CONCEPCIONES SOBRE EL DESARROLLO.
El Ecodesarrollo, también conocido como Desarrollo Sostenible, es un concepto que se formalizó por vez primera en un documento conocido como Informe Brundtland, que fuera el resultado de los trabajos de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas.
Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.[2] | Meets the needs of the present generation without compromising the ability of future generations to meet their own needs.[1] |
Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland): Nuestro Futuro Común.
La propuesta del ecodesarrollo emergió en la lucha política por definir un nuevo orden mundial, planteando nuevos “estilos de desarrollo”, basados en el potencial ecológico de las diferentes regiones y en las capacidades propias de los pueblos del Tercer Mundo. La propuesta se inscribió en el movimiento a favor de un nuevo orden económico internacional, impulsado por los países No Alineados, ratificando el derecho de los pueblos del Tercer Mundo a tener el control de sus recursos económicos.
El objetivo fundamental del desarrollo sostenible es el de satisfacer las necesidades humanas. La forma de satisfacer nuestras necesidades está sometida a dos tipos de restricciones: Restricciones ecológicas, que vienen impuestas por la necesidad de conservar la capacidad de sustentación del planeta Tierra; Restricciones morales, que nos las imponemos nosotros mismos al renunciar a los niveles de consumo a los que no todos puedan aspirar razonablemente; Para la satisfacción de las necesidades esenciales, se requiere el crecimiento económico en los lugares donde no se satisfacen esas necesidades: es decir, en los países pobres del Sur del planeta; Existen límites últimos: el desarrollo continuado no debe poner en peligro...
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miércoles, 22 de junio de 2011

LA SIRENITA

LA SIRENITA

cien años de soledad

Cien años de soledad Fragmento (1)

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. "Las cosas tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima." José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: "Para eso no sirve." Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. "Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa", replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.
En marzo volvieron los gitanos. Esta vez llevaban un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor, que exhibieron como el último descubrimiento de los judíos de Amsterdam. Sentaron una gitana en un extremo de la aldea e instalaron el catalejo a la entrada de la carpa. Mediante el pago de cinco reales, la gente se asomaba al catalejo y veía a la gitana al alcance de su mano. "La ciencia ha eliminado las distancias", pregonaba Melquíades. "Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa." Un mediodía ardiente hicieron una asombrosa demostración con la lupa gigantesca: pusieron un montón de hierba seca en mitad de la calle y le prendieron fuego mediante la concentración de los rayos solares. José Arcadio Buendía, que aún no acababa de consolarse por el fracaso de sus imanes, concibió la idea de utilizar aquel invento como un arma de guerra. Melquíades, otra vez, trató de disuadirlo. Pero terminó por aceptar los dos lingotes imantados y tres piezas de dinero colonial a cambio de la lupa. Úrsula lloró de consternación. Aquel dinero formaba parte de un cofre de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión para invertirlas. José Arcadio Buendia no trató siquiera de consolarla, entregado por entero a sus experimentos tácticos con la abnegación de un científico y aun a riesgo de su propia vida. Tratando de demostrar los efectos de la lupa en la tropa enemiga, se expuso él mismo a la concentración de los rayos solares y sufrió quemaduras que se convirtieron en úlceras y tardaron mucho tiempo en sanar. Ante las protestas de su mujer, alarmada por tan peligrosa inventiva, estuvo a punto de incendiar la casa. Pasaba largas horas en su cuarto, haciendo cálculos sobre las posibilidades estratégicas de su arma novedosa, hasta que logró componer un manual de una asombrosa claridad didáctica y un poder de convicción irresistible. Lo envió a las autoridades acompañado de numerosos testimonios sobre sus experiencias y de varios pliegos de dibujos explicativos, al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo. A pesar de que el viaje a la capital era en aquel tiempo poco menos que imposible, José Arcadio Buendía prometía intentarlo tan pronto como se lo ordenara el gobierno, con el fin de hacer demostraciones prácticas de su invento ante los poderes militares, y adiestrarlos personalmente en las complicadas artes de la guerra solar. Durante varios años esperó la respuesta. Por último, cansado de esperar, se lamentó ante Melquíades del fracaso de su iniciativa, y el gitano dio entonces una prueba convincente de honradez: le devolvió los doblones a cambio de la lupa, y le dejó además unos mapas portugueses y varios instrumentos de navegación. De su puño y letra escribió una apretada síntesis de los estudios del monje Hermann, que dejó a su disposición para que pudiera servirse del astrolabio, la brújula y el sextante. José Arcadio Buendía pasó los largos meses de lluvia encerrado en un cuartito que construyó en el fondo de la casa para que nadie perturbara sus experimentos. Habiendo abandonado por completo las obligaciones domésticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros, y estuvo a punto de contraer una insolación por tratar de establecer un método exacto para encontrar el mediodía. Cuando se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos, sin necesidad de abandonar su gabinete. Fue esa la época en que adquirió el hábito de hablar a solas, paseándose por la casa sin hacer caso de nadie, mientras Úrsula y los niños se partían el espinazo en la huerta cuidando el plátano y la malanga, la yuca y el ñame, la ahuyama y la berenjena. De pronto, sin ningún anuncio, su actividad febril se interrumpió y fue sustituida por una especie de fascinación. Estuvo varios días como hechizado, repitiéndose a si mismo en voz baja un sartal de asombrosas conjeturas, sin dar crédito a su propio entendimiento. Por fin, un martes de diciembre, a la hora del almuerzo, soltó de un golpe toda la carga de su tormento. Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento:
-La tierra es redonda como una naranja.
Úrsula perdió la paciencia. "Si has de volverte loco, vuélvete tú solo", gritó. "Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano." José Arcadio Buendía, impasible, no se dejó amedrentar por la desesperación de su mujer, que en un rapto de cólera le destrozó el astrolabio contra el suelo. Construyó otro, reunió en el cuartito a los hombres del pueblo y les demostró, con teorías que para todos resultaban incomprensibles, la posibilidad de regresar al punto de partida navegando siempre hacia el Oriente. Toda la aldea estaba convencida de que José Arcadio Buendía había perdido el juicio, cuando llegó Melquíades a poner las cosas en su punto. Exaltó en público la inteligencia de aquel hombre que por pura especulación astronómica había construido una teoría ya comprobada en la práctica, aunque desconocida hasta entonces en Macondo, y como una prueba de su admiración le hizo un regalo que había de ejercer una influencia terminante en el futuro de la aldea: un laboratorio de alquimia.
Para esa época, Melquíades había envejecido con una rapidez asombrosa. En sus primeros viajes parecía tener la misma edad de José Arcadio Buendía. Pero mientras éste conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas, el gitano parecía estragado por una dolencia tenaz. Era, en realidad, el resultado de múltiples y raras enfermedades contraídas en sus incontables viajes alrededor del mundo. Según él mismo le contó a José Arcadio Buendía mientras lo ayudaba a montar el laboratorio, la muerte lo seguía a todas partes, husmeándole los pantalones, pero sin decidirse a darle el zarpazo final. Era un fugitivo de cuantas plagas y catástrofes habían flagelado al género humano. Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes. Aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus, era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas. Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos. Pero a pesar de su inmensa sabiduría y de su ámbito misterioso, tenía un peso humano, una condición terrestre que lo mantenía enredado en los minúsculos problemas de la vida cotidiana. Se quejaba de dolencias de viejo, sufría por los más insignificantes percances económicos y había dejado de reír desde hacía mucho tiempo, porque el escorbuto le había arrancado los dientes. El sofocante mediodía en que reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de que aquel era el principio de una grande amistad. Los niños se asombraron con sus relatos fantásticos. Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y reverberante de la ventana, alumbrando con su profunda voz de órgano los territorios más oscuros de la imaginación, mientras chorreaba por sus sienes la grasa derretida por el calor. José Arcadio, su hermano mayor, había de transmitir aquella imagen maravillosa, como un recuerdo hereditario, a toda su descendencia. Úrsula, en cambio, conservó un mal recuerdo de aquella visita, porque entró al cuarto en el momento en que Melquíades rompió por distracción un frasco de bicloruro de mercurio.
-Es el olor del demonio -dijo ella.
-En absoluto -corrigió Melquíades-. Está comprobado que el demonio tiene propiedades sulfúricas, y esto no es más que un poco de solimán.
Siempre didáctico, hizo una sabia exposición sobre las virtudes diabólicas del cinabrio, pero Úrsula no le hizo caso, sino que se llevó los niños a rezar. Aquel olor mordiente quedaría para siempre en su memoria, vinculado al recuerdo de Melquíades.
El rudimentario laboratorio -sin contar una profusión de cazuelas, embudos, retortas, filtros y coladores- estaba compuesto por un atanor primitivo; una probeta de cristal de cuello largo y angosto, imitación del huevo filosófico, y un destilador construido por los propios gitanos según las descripciones modernas del alambique de tres brazos de María la judía. Además de estas cosas, Melquíades dejó muestras de los siete metales correspondientes a los siete planetas, las fórmulas de Moisés y Zósimo para el doblado del oro, y una serie de apuntes y dibujos sobre los procesos del Gran Magisterio, que permitían a quien supiera interpretarlos intentar la fabricación de la piedra filosofal. Seducido por la simplicidad de las fórmulas para doblar el oro, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas, para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas veces como era posible subdividir el azogue. Úrsula cedió, como ocurría siempre, ante la inquebrantable obstinación de su marido. Entonces José Arcadio Buendía echó treinta doblones en una cazuela, y los fundió con raspadura de cobre, oropimente, azufre y plomo. Puso a hervir todo a fuego vivo en un caldero de aceite de ricino hasta obtener un jarabe espeso y pestilente más parecido al caramelo vulgar que al oro magnífico. En azarosos y desesperados procesos de destilación, fundida con los siete metales planetarios, trabajada con el mercurio hermético y el vitriolo de Chipre, y vuelta a cocer en manteca de cerdo a falta de aceite de rábano, la preciosa herencia de Úrsula quedó reducida a un chicharrón carbonizado que no pudo ser desprendido del fondo del caldero.
Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, porque aquella vez los gitanos recorrieron la aldea haciendo un ruido ensordecedor con toda clase de instrumentos músicos, mientras el pregonero anunciaba la exhibición del más fabuloso hallazgo de los nasciancenos. De modo que todo el mundo se fue a la carpa, y mediante el pago de un centavo vieron un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante. Quienes recordaban sus encías destruidas por el escorbuto, sus mejillas fláccidas y sus labios marchitos, se estremecieron de pavor ante aquella prueba terminante de los poderes sobrenaturales del gitano. El pavor se convirtió en pánico cuando Melquíades se sacó los dientes, intactos, engastados en las encías, y se los mostró al público por un instante -un instante fugaz en que volvió a ser el mismo hombre decrépito de los años anteriores- y se los puso otra vez y sonrió de nuevo con un dominio pleno de su juventud restaurada. Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza. Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana perdió todo interés en las investigaciones de alquimia; sufrió una nueva crisis de mal humor, no volvió a comer en forma regular y se pasaba el día dando vueltas por la casa. "En el mundo están ocurriendo cosas increíbles", le decía a Úrsula. "Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros." Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades.
Al principio, José Arcadio Buendía era una especie de patriarca juvenil, que daba instrucciones para la siembra y consejos para la crianza de niños y animales, y colaboraba con todos, aun en el trabajo físico, para la buena marcha de la comunidad. Puesto que su casa fue desde el primer momento la mejor de la aldea, las otras fueron arregladas a su imagen y semejanza. Tenía una salita amplia y bien iluminada, un comedor en forma de terraza con flores de colores alegres, dos dormitorios, un patio con un castaño gigantesco, un huerto bien plantado y un corral donde vivían en comunidad pacífica los chivos, los cerdos y las gallinas. Los únicos animales prohibidos no sólo en la casa, sino en todo el poblado, eran los gallos de pelea.
La laboriosidad de Úrsula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca.
José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.
Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas. En poco tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa, sino todas las de la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que Úrsula se tapó los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad. La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.
Aquel espíritu de iniciativa social desapareció en poco tiempo, arrastrado por la fiebre de los imanes, los cálculos astronómicos, los sueños de trasmutación y las ansias de conocer las maravillas del mundo. De emprendedor y limpio, José Arcadio Buendía se convirtió en un hombre de aspecto holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje que Úrsula lograba cuadrar a duras penas con un cuchillo de cocina. No faltó quien lo considerara víctima de algún extraño sortilegio. Pero hasta los más convencidos de su locura abandonaron trabajo y familias para seguirlo, cuando se echó al hombro sus herramientas de desmontar, y pidió el concurso de todos para abrir una trocha que pusiera a Macondo en contacto con los grandes inventos.
José Arcadio Buendía ignoraba por completo la geografía de la región. Sabía que hacia el oriente estaba la sierra impenetrable, y al otro lado de la sierra la antigua ciudad de Riohacha, donde en épocas pasadas -según le había contado el primer Aureliano Buendía, su abuelo- Sir Francis Drake se daba al deporte de cazar caimanes a cañonazos, que luego hacía remendar y rellenar de paja para llevárselos a la reina Isabel. En su juventud, él y sus hombres, con mujeres y niños y animales y toda clase de enseres domésticos, atravesaron la sierra buscando una salida al mar, y al cabo de veintiséis meses desistieron de la empresa y fundaron a Macondo para no tener que emprender el camino de regreso. Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque sólo podía conducirlo al pasado. Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites. La ciénaga grande se confundía al occidente con una extensión acuática sin horizontes, donde había cetáceos de piel delicada con cabeza y torso de mujer, que perdían a los navegantes con el hechizo de sus tetas descomunales. Los gitanos navegaban seis meses por esa ruta antes de alcanzar el cinturón de tierra firme por donde pasaban las mulas del correo. De acuerdo con los cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del norte. De modo que dotó de herramientas de desmonte y armas de cacería a los mismos hombres que lo acompañaron en la fundación de Macondo; echó en una mochila sus instrumentos de orientación y sus mapas, y emprendió la temeraria aventura.
Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Descendieron por la pedregosa ribera del río hasta el lugar en que años antes habían encontrado la armadura del guerrero, y allí penetraron al bosque por un sendero de naranjos silvestres. Al término de la primera semana, mataron y asaron un venado, pero se conformaron con comer la mitad y salar el resto para los próximos días. Trataban de aplazar con esa precaución la necesidad de seguir comiendo guacamayas, cuya carne azul tenía un áspero sabor de almizcle. Luego, durante más de diez días, no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo, como ceniza volcánica, y la vegetación fue cada vez más insidiosa y se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el mundo se volvió triste para siempre. Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes y los machetes destrozaban lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de sangre. No podían regresar, porque la trocha que iban abriendo a su paso se volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer ante sus ojos. "No importa", decía José Arcadio Buendía. "Lo esencial es no perder la orientación." Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada. Era una noche densa, sin estrellas, pero la oscuridad estaba impregnada por un aire nuevo y limpio. Agotados por la prolongada travesía, colgaron las hamacas y durmieron a fondo por primera vez en dos semanas. Cuando despertaron, ya con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores,
El hallazgo del galeón, indicio de la proximidad del mar, quebrantó el ímpetu de José Arcadio Buendía. Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable. Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía volvió a atravesar a región, cuando era ya una ruta regular del correo, y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en medio de un campo de amapolas. Sólo entonces convencido de que aquella historia no había sido un engendro de la imaginación de su padre, se preguntó cómo había podido el galeón adentrarse hasta ese punto en tierra firme. Pero José Arcadio Buendía no se planteó esa inquietud cuando encontró el mar, al cabo de otros cuatro días de viaje, a doce kilómetros de distancia del galeón. Sus sueños terminaban frente ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.
-¡Carajo! -gritó-. Macondo está rodeado de agua por todas partes.
La idea de un Macondo peninsular prevaleció durante mucho tiempo, inspirada en el mapa arbitrario que dibujó José Arcadio Buendía al regreso de su expedición. Lo trazó con rabia, exagerando de mala fe las dificultades de comunicación, como para castígarse a sí mismo por la absoluta falta de sentido con que eligió el lugar. "Nunca llegaremos a ninguna parte", se lamentaba ante Úrsula. "Aquí nos hemos de pudrir en vida sin recibir los beneficios de la ciencia." Esa certidumbre, rumiada varios meses en el cuartito del laboratorio, lo llevó a concebir el proyecto de trasladar a Macondo a un lugar más propicio. Pero esta vez, Ursula se anticipó a sus designios febriles. En una secreta e implacable labor de hormiguita predispuso a las mujeres de la aldea contra la veleidad de sus hombres, que ya empezaban a prepararse para la mudanza. José Arcadio Buendía no supo en qué momento, ni en virtud de qué fuerzas adversas, sus planes se fueron enredando en una maraña de pretextos, contratiempos y evasivas, hasta convertirse en pura y simple ilusión. Úrsula lo observó con una atención inocente, y hasta sintió por él un poco de piedad, la mañana en que lo encontró en el cuartito del fondo comentando entre dientes sus sueños de mudanza, mientras colocaba en sus cajas originales las piezas del laboratorio. Lo dejó terminar. Lo dejó clavar las cajas y poner sus iniciales encima con un hisopo entintado, sin hacerle ningún reproche, pero sabiendo ya que él sabía, porque se lo oyó decir en sus sordos monólogos, que los hombres del pueblo no lo secundarían en su empresa. Sólo cuando empezó a desmontar la puerta del cuartito, Ursula se atrevió a preguntarle por qué lo hacía, y él le contestó con una cierta amargura: "Puesto que nadie quiere irse, nos iremos solos." Úrsula no se alteró.
-No nos iremos -dijo-. Aquí nos quedamos, porque aquí hemos tenido un hijo.
-Todavía no tenemos un muerto -dijo él-. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.
Úrsula replicó, con una suave firmeza:
-Si es necesario que yo me muera para que se queden aquí, me muero.
José Arcadio Buendía no creyó que fuera tan rígida la voluntad de su mujer. Trató de seducirla con el hechizo de su fantasía, con la promesa de un mundo prodigioso donde bastaba con echar unos líquidos mágicos en la tierra para que las plantas dieran frutos a voluntad del hombre, y donde se vendían a precio de baratillo toda clase de aparatos para el dolor. Pero Úrsula fue insensible a su clarividencia.
-En vez de andar pensando en tus alocadas novelerías, debes ocuparte de tus hijos -replicó-. Míralos cómo están, abandonados a la buena de Dios, igual que los burros.
José Arcadio Buendía tomó al pie de la letra las palabras de su mujer. Miró a través de la ventana y vio a los dos niños descalzos en la huerta soleada, y tuvo la impresión de que sólo en aquel instante habían empezado a existir, concebidos por el conjuro de Úrsula. Algo ocurrió entonces en su interior; algo misterioso y definitivo que lo desarraigó de su tiempo actual y lo llevó a la deriva por una región inexplorada de los recuerdos. Mientras Úrsula seguía barriendo la casa que ahora estaba segura de no abandonar en el resto de su vida, él permaneció contemplando a los niños con mirada absorta, hasta que los ojos se le humedecieron y se los secó con el dorso de la mano, y exhaló un hondo suspiro de resignación.
-Bueno -dijo-. Diles que vengan a ayudarme a sacar las cosas de los cajones.
José Arcadio, el mayor de los niños, había cumplido catorce años. Tenía la cabeza cuadrada, el pelo hirsuto y el carácter voluntarioso de su padre. Aunque llevaba el mismo impulso de crecimiento y fortaleza física, ya desde entonces era evidente que carecía de imaginación. Fue concebido y dado a luz durante la penosa travesía de la sierra, antes de la fundación de Macondo, y sus padres dieron gracias al cielo al comprobar que no tenía ningún órgano de animal. Aureliano, el primer ser humano que nació en Macondo, iba a cumplir seis años en marzo. Era silencioso y retraído. Había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos. Mientras le cortaban el ombligo movía la cabeza de un lado a otro reconociendo las cosas del cuarto, y examinaba el rostro de la gente con una curiosidad sin asombro. Luego, indiferente a quienes se acercaban a conocerlo, mantuvo la atención concentrada en el techo de palma, que parecía a punto de derrumbarse bajo la tremenda presión de la lluvia. Úrsula no volvió a acordarse de la intensidad de esa mirada hasta un día en que el pequeño Aureliano, a la edad de tres años, entró a la cocina en el momento en que ella retiraba del fogón y ponía en la mesa una olla de caldo hirviendo. El niño, perplejo en la puerta, dijo: "Se va a caer. La olla estaba bien puesta en el centro de la mesa, pero tan pronto como el niño hizo el anuncio, inició un movimiento irrevocable hacia el borde, como impulsada por un dinamismo interior, y se despedazó en el suelo. Úrsula, alarmada, le contó el episodio a su marido, pero éste lo interpretó como un fenómeno natural. Así fue siempre, ajeno a la existencia de sus hijos, en parte porque consideraba la infancia como un período de insuficiencia mental, y en parte porque siempre estaba demasiado absorto en sus propias especulaciones quiméricas.
Pero desde la tarde en que llamó a los niños para que lo ayudaran a desempacar las cosas del laboratorio, les dedicó sus horas mejores. En el cuartito apartado, cuyas paredes se fueron llenando poco a poco de mapas inverosímiles y gráficos fabulosos, les enseñó a leer y escribir y a sacar cuentas, y les habló de las maravillas del mundo no sólo hasta donde le alcanzaban sus conocimientos, sino forzando a extremos increíbles los límites de su imaginación. Fue así como los niños terminaron por aprender que en el extremo meridional del África había hombres tan inteligentes y pacíficos que su único entretenimiento era sentarse a pensar, y que era posible atravesar a pie el mar Egeo saltando de isla en isla hasta el puerto de Salónica. Aquellas alucinantes sesiones quedaron de tal modo impresas en la memoria de los niños, que muchos años más tarde, un segundo antes de que el oficial de los ejércitos regulares diera la orden de fuego al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía volvió a vivir la tibia tarde de marzo en que su padre interrumpió la lección de física, y se quedó fascinado, con la mano en el aire y los ojos inmóviles, oyendo a la distancia los pífanos y tambores y sonajas de los gitanos que una vez más llegaban a la aldea, pregonando el último y asombroso descubrimiento de los sabios de Memphis.
Eran gitanos nuevos. Hombres y mujeres jóvenes que sólo conocían su propia lengua, ejemplares hermosos de piel aceitada y manos inteligentes, cuyos bailes y músicas sembraron en las calles un pánico de alborotada alegría, con sus loros pintados de todos los colores que recitaban romanzas italianas, y la gallina que ponía un centenar de huevos de oro al son de la pandereta, y el mono amaestrado que adivinaba el pensamiento, y la máquina múltiple que servía al mismo tiempo para pegar botones y bajar la fiebre, y el aparato para olvidar los malos recuerdos, y el emplasto para perder el tiempo, y un millar de invenciones más, tan ingeniosas e insólitas, que José Arcadio Buendía hubiera querido inventar la máquina de la memoria para poder acordarse de todas. En un instante transformaron la aldea. Los habitantes de Macando se encontraron de pronto perdidos en sus propias calles, aturdidos por la feria multitudinaria.
Llevando un niño de cada mano para no perderlos en el tumulto, tropezando con saltimbanquis de dientes acorazados de oro y malabaristas de seis brazos, sofocado por el confuso aliento de estiércol y sándalo que exhalaba la muchedumbre, José Arcadio Buendía andaba como un loco buscando a Melquíades por todas partes. para que le revelara los infinitos secretos de aquella pesadilla fabulosa. Se dirigió a varios gitanos que no entendieron su lengua. Por último llegó hasta el lugar donde Melquíades solía plantar su tienda, y encontró un armenio taciturno que anunciaba en castellano un jarabe para hacerse invisible. Se había tomado de un golpe una copa de la sustancia ambarina, cuando José Arcadio Buendía se abrió paso a empujones por entre el grupo absorto que presenciaba el espectáculo, y alcanzó a hacer la pregunta. El gitano lo envolvió en el clima atónito de su mirada, antes de convertirse en un charco de alquitrán pestilente y humeante sobre el cual quedó flotando la resonancia de su respuesta: "Melquíades murió." Aturdido por la noticia. José Arcadio Buendía permaneció inmóvil, tratando de sobreponerse a la aflicción, hasta que el grupo se dispersó reclamado por otros artificios y el charco del armenio taciturno se evaporó por completo. Más tarde, otros gitanos le confirmaron que en efecto Melquíades había sucumbido a las fiebres en los médanos de Singapur, y su cuerpo había sido arrojado en el lugar más profundo del mar de Java. A los niños no les interesó la noticia. Estaban obstinados en que su padre los llevara a conocer la portentosa novedad de los sabios de Memphis, anunciada a la entrada de una tienda que, según decían, perteneció al rey Salomón. Tanto insistieron, que José Arcadio Buendia pagó los treinta reales y los condujo hasta el centro de la carpa, donde había un gigante de torso peludo y cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una pesada cadena de hierro en el tobillo, custodiando un cofre de pirata. Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro sólo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:
-Es el diamante más grande del mundo.
-No -corrigió el gitano-. Es hielo.
José Arcadio Buendía, sin entender, extendió la mano hacia el témpano, pero el gigante se la apartó. "Cinco reales más para tocarlo", dijo. José Arcadio Buendía los pagó, y entonces puso la mano sobre el hielo, y la mantuvo puesta por varios minutos, mientras el corazón se le hinchaba de temor y de júbilo al contacto del misterio. Sin saber qué decir, pagó otros diez reales para que sus hijos vivieran la prodigiosa experiencia. El pequeño José Arcadio se negó a tocarlo. Aureliano, en cambio, dio un paso hacia adelante, puso la mano y la retiró en el acto. "Está hirviendo", exclamó asustado. Pero su padre no le prestó atención. Embriagado por la evidencia del prodigio, en aquel momento se olvidó de la frustración de sus empresas delirantes y del cuerpo de Melquíades abandonado al apetito de los calamares. Pagó otros cinco reales, y con la mano puesta en el témpano, como expresando un testimonio sobre el texto sagrado, exclamó:
-Este es el gran invento de nuestro tiempo.